Todos tenemos límites
pero no somos conscientes de dónde y cómo están demarcados. Algunos límites sí
que los conocemos, y están ayudados por la constante remembranza de dolor,
recuerdos del pasado, enseñanza por errores etc. Esos límites, nadie no los
borra.
Es a futuro
que algunas personas no logran, y a su
vez se les dificulta, ver y ajustar sus límites. Algunos dicen que “el cielo es el límite”, por otorgar un límite
que a la larga es inexistente. Algunos definitivamente no ven límites y es en
estas situaciones, cuando dichos límites se cruzan (ante los ojos propios o
ajenos) y posteriormente vienen las repercusiones.
Es cierto que
al aprender de errores, inmediatamente nuestra memoria nos crea un límite. Al
menos nos da una señal o una posible salida para cuando estemos enfrentados a
situaciones parecidas. Lo vivido crea constancia y esa constancia puede
ayudarnos a no cometer el mismo error o a no repetir. Haya sido catalogado como
error o no.
Cuándo detenerse antes de tener
que ser la retroactividad y el análisis retrospectivo nuestra mejor herramienta
para no cometer errores? No lo sé y por eso escribo estas líneas.
Podemos, para
ciertas cosas, otorgar límites y analizarlos a futuro. Claro está que dichos límites
vienen de estudios retrospectivos. Sabemos cuál es el límite inferior y el límite
superior “permitido” creando un rango permisible. Asimismo, cuando vemos que dicho
rango es violado, decidimos muy seguramente hacer algo al respecto. Entonces, cómo sabemos, si estamos cómodamente dentro
de la normalidad del rango permisible, si existe una tendencia hacia uno de los dos
limites y si debemos tomar medidas antes de que, eventualmente, dicho(s) limite(s)
sea(n) sobrepasado(s)? Tampoco lo sé. Quizás la respuesta viene en el
manual de predicción del futuro que aún no ha salido. Y si ya salió al mercado,
se agotó y me quedé sin una copia.
En las
relaciones personales ocurre algo parecido, esta vez ligado a un elemento
que puede ser un peso o una ayuda
dependiendo de cómo se entiende y se maneja. Este elemento, o elementos porque
son varios, son las emociones.
Cualquier tipo
de emoción nos puede llevar a reaccionar de manera tempestiva o pasiva frente a
alguna situación. Aprender a manejarlas, cuando nos dejamos llevar por la
intuición o las tendencias, es quizás de las hazañas más difíciles de lograr.
He sido enseñado
a pensar siempre en el peor escenario. Es algo inevitable ya que como médico y
ahora analizando problemática que podría afectar a un paciente desde el mundo
corporativo, literalmente, es mejor prevenir que lamentar por más frase de
cajón que sea. Creo que tiene su lógica.
No puedo
esperar a que pacientes se mueran para determinar que un producto no funciona, o no puedo dejar que un paciente entre en paro
cardiaco sin reaccionar al respecto sólo con el fin de estudiar la fisiología
del corazón. Es lógico y raya hasta con lo absurdo pensar diferente.
Trato de ver
la misma lógica en mi vida personal y ya no es tan claro, no es tan lógico y quizás
pueda existir algo de absurdo. Trato de manejar mis emociones cuando ciertos
signos me prenden la alarma de reaccionar. La mayoría de veces de manera tempestiva
y quizás exagerada, pero jamás pasiva ya que, así como los ejemplos anteriores,
no puedo esperar a que algo ocurra y posteriormente lamentar el no haber
reaccionado. En este caso, prefiero pecar por exceso. Si está bien o mal, es
cuestión de juicio. Si dicho juicio viene externamente podrá ser catalogado en
cualquiera de las dos opciones. Yo trato de buscar la respuesta que me deje a mí
tranquilo y cómodo sin causarle daño a terceros con mis reacciones emocionales.
Vaya tela para cortar y vaya tema tan complicado. Cada persona nos interpreta
de manera distinta y cada uno de nosotros somos distintos a la hora de
interpretar a los demás, y a nosotros
mismos.
Todo ocurre
muy rápido y cada persona tiene una mentalidad diferente y un manejo emocional
también diferente. Algunos deseáramos ser mas pasivos, otros deseamos lo
contrario. Algunos sufren de rabia desmesurada frente a situaciones a que otros
les produce otro tipo de emoción. Hasta aquí nada malo.
Es la acción
la que lleva a la reacción, y es por eso
que debemos poder aprender a manejar ese instante, esa chispa en medio de un
mar de gasolina emocional, para que no estallemos y causemos quizás después,
una nueva reacción emocional no deseada. No vernos atrapados en lo que he
llamado yo el estado “post ictal” del
ataque emocional. Es cuando bajamos la cabeza y nos preguntamos, de manera
retrospectiva: que hice?”
Cómo? Cada uno tiene su respuesta y existen diferentes
técnicas y terapias y encuestas y medicinas y hasta ahora, creo yo, lo más
efectivo es querer poder hacerlo.
Diferente a poder querer hacerlo. Me explico:
Podemos querer
muchas cosas y si tomamos la decisión de cambiar nuestra forma de reaccionar,
es porque ya sabemos que queremos hacerlo y lo podemos lograr. No nos podemos conformar
con el impulso de solamente querer poder
hacer algo. Nuestra inteligencia para ejecutar nuestros deseos debe ayudarnos a
analizar lo que causa emocionalmente cada situación y asimismo darnos una hoja
de ruta para orientar nuestras acciones.
Yo trato día
tras día de ser la mejor persona que puedo ser. Pero reacciono como fui
entrenado a reaccionar frente a la adversidad, teniendo la frase de cajón de
prevenir y no lamentar metida en mi torre de control. Debo cambiar? Busco la respuesta cada día.
Podemos ser
tildados de exagerados o vernos lamentando no haber reaccionado. Cuál es el límite entre uno y el otro? La respuesta está en cada uno de ustedes.