Existen múltiples
ocasiones donde he creído estar listo. Cuando llega el momento, ya sea un
momento esperado o no, caigo en cuenta que no lo estaba. Y estaba lejos de
estarlo. Esta misma confusión de la última frase, es la confusión que se arma
en mi cabeza repercutiendo a su vez emocionalmente en mis actos. Una sensación de
no saber por qué, si lo he preparado, no soy capaz de aplicarlo en el momento
debido.
Como algunos
pacientes con diagnostico desconocido, he decidido tratar de buscar la cura y
no ponerle nombre a la enfermedad que lo afecta. Lo primero que se me ocurre es
identificar qué me puede llevar, justo en el momento para el cual me he
preparado, a que se desbarate el castillo, se rompa la tela y me dé durísimo contra
el planeta. Porque una cosa es descompensarse y otra cosa es caer en cuenta que
no logré un objetivo. Como me lo dijo Guadalupe en Barranquilla, “niño, lo que tú eres es intolerante a la frustración”.
Entendí el significado de insight
por primera vez. Me dieron la respuesta
a una pregunta que jamás había hecho. Introspección pura y dura.
De mi infancia
me acuerdo de una situación en mi vida que la he determinado como clásica.
Ultimo año de colegio, séniores, en esa época y en mi colegio, éramos “los de once”. Teníamos desfile y no sé
si con el ego de levantarme alguna novia, o llamar la atención; o quizás simplemente
sentirme bien en algo que creía hacer bien, que era bailar, me esforcé mucho
para aprenderme la coreografía de uno de los bailes. Ensayaba muchísimo pensando
en ese día. El día que las luces brillarían y que la gente aplaudiera “a ese
man que baila mucho”. Ja, tenía 16 años y me daba golpecitos de autoestima. La coreografía
y el baile ya estaban perfectos; es más, yo era de la línea frontal, primer
plano. Luces, sonido y acción. Todo perfecto hasta que en un giro sobre mi
propio eje, perfectamente ensayado innumerables veces, mi pie de apoyo se fué
al vacio. Se salió de la plataforma o pasarela y lo único que pude hacer fue
saltar y apoyarme pisando una de las mesas de al lado de la pasarela la cual
estaba llena de vasos de whiskey y picadas. Risas. Afortunadamente no me caí
pero si desbaraté la coreografía de INVIERNO. Nuestro desfile, Mix n Match, era
por estaciones. Sentí el frio. Créanme.
Estudiando
medicina también tengo varias pero quizás la más diciente en este tema que
estoy tratando de orientar, es cuando hice mi rotación por Dermatología. Aunque
yo sabía que no sería dermatólogo, decidí hacer mi mejor esfuerzo para estudiar
bastante y aprender toda la dermatología posible. Resumí todo un libro y tomé
notas en un cuadernito que fue un salvador en el internado y rural. Me codeaba
con los “duros” del salón. Era referencia. Mis amigos hasta me preguntaban
cosas. Yo me inflaba. De nuevo, golpecito de autoestima. Esta situación sí que la
tenía controlada. Al menos eso pensaba. Llegó la hora del examen final oral.
Cuál miedo? Yo había estudiado todo, y además gracias a haber sido paciente dermatológico
clásico, tenía una cierta afinidad por saber todo lo relacionado con la patología
adolescencial del acné. Llegó mi momento y mi nombre fue llamado para el examen
oral. Acordándome como si fuera ayer, la indicación fué: hábleme del acné MONOMÓRFICO. Plop. Parálisis completa. Ese no lo tenía ni en
mi cuadernito ni en mi disco duro. Colapso. Pase de saber todo a no saber nada
en milisegundos. Tormenta emocional y derrumbe. Creo que hasta algunas lágrimas
me salieron. Rabia y desolación. Creo además, que hasta mis profesoras se
compadecieron de mí y me calificaron “el esfuerzo”.
Actualmente
acabo de sentir algo parecido. Pensaba que ya estaba listo para tener una hija.
Craso error de percepción y creo que no he sido el único, aunque eso no es
relevante. Lo bueno de todo, es que me di cuenta y afortunadamente, ya viendo
el vaso medio lleno y en retrospectiva, he logrado la capacidad de sentarme a
analizar con cabeza fría y determinar en qué fallé. Como siempre, tratando de
aprender de mis errores.
En breve, no supe manejar el estrés que genera tratar
de dirigir una orquesta donde no has sido invitado a dirigir.
Así que saqué
como conclusión, y por eso tal vez me he demorado en volver a escribir, los 5 autos que te frenan a la hora de
actuar. Acá van:
AUTOCRÍTICA
Simplemente te
das durísimo y te sigues dando duro cuando las cosas no salen como pensabas. Es
como ese personaje de El Código de DaVinci (Dan Brown, 2003) que se llamaba
Silas. Silas era un monje albino, devoto de
la organización católica del Opus Dei que practicaba la mortificación corporal,
azotándose a sí mismo y utilizando además un cilicio de metal. Pues la autocritica
puede ser tan macabra para el manejo emocional como lo es la mortificación corporal.
Frases como “no sirvo para nada” o “no hago nada bien” son muy frecuentes.
Negativas en toda su expresión.
AUTOCONTROL
Este auto se
vive al sentir frustración porque las cosas no salen como uno quiere. Este tipo
de control, el control que tengo sobre mí y sobre mis emociones, hace corto
circuito y se pierde. Las cosas ya no funcionan, y uno se derrumba porque todo
lo que había planeado, ha colapsado. No hay capacidad de reacción y búsqueda consecuente
de un plan B. Mucho menos hay estabilidad emocional. Has caído como Alicia, en
el hueco de la base del árbol. La diferencia es que nunca tocas fondo.
AUTONOMÍA
Como lo dije
antes, uno puede creerse el director de una orquesta sin ser invitado. Esto es
horrible en el momento exacto cuando caes en cuenta que nadie te invitó. Esa autonomía
que pensaste que tendrias, de un momento a otro, ya no la tienes. Y no es
porque te la han quitado. Es porque nunca la tuviste. Así que la ilusión y tus
planes que creíste podrías llevar a cabo, simplemente no tiene cabida. Pierdes
la autoridad que nunca tuviste. Corto circuito cíclico. Perturbación emocional
con golpe bajo.
AUTOCONOCIMIENTO
En pocas
palabras, es reconocer que no has logrado controlarte cuando las cosas no han
salido bien. Caer en cuenta que no te conocías tan bien como pensabas. Que la situación
en que te has visto se te salió de las manos. Pensabas que sabias qué hacer y
en el momento de hacerlo, no lo pudiste hacer. Además de eso, caes en cuenta
que creías que te conocías lo suficiente para poder reaccionar. Pero no. Tampoco.
Todos los días
nos conocemos más. Quizás para la próxima, sea suficiente. Lo que sí sé, es que
nunca nos llegaremos a conocer del todo. Y esto es algo que no podremos
cambiar, solo aceptar.
AUTO LOCK SYSTEM
Este me gusta
mucho porque me acuerda a grandes amigos. Lo decíamos cuando jugábamos cartas y
una jugada que pensabas que te haría ganar, te hacía perder en un segundo. Por
tratar de llevar el juego a la victoria, terminabas perdiéndolo todo. En términos
médicos seria APOPTOSIS o AUTODESTRUCCION en términos convencionales
(como el mensaje de Misión Imposible). Es cuando todo se destruye y tú estas
completamente presente “con todos los
huevos en la misma canasta”. Es ese
bombillo rojo intermitente y ese sonido de alarma James Bondesca que empieza a
sonar y todo te cae encima y además, te cae en la cabeza. Te deja atontado, con
las rodillas blanditas y el estomago apretado.
***
Así que una
vez conocidos los autos que pueden frenarte en seco, queda como misión analizar
en detalle las situaciones en que nos hemos vistos expuestos a 1,2,3,4 o 5 de
estos autos y sacar nuestras propias conclusiones de cómo actuar para superarlos.
Para poder
actuar se debe reconocer, y este sería
el primer paso para logar que estos autos sean impulsadores y no frenos. En
pocas palabras, que generen conocimiento y reconocimiento personal. Lograr que dichos
autos frenadores sean identificados y los podamos mirar a los ojos fijamente
mientras impulsamos una sonrisa de media boca, y finalmente les piquemos el ojo
en señal de que ya están dominados y que no caeremos en la trampa.
Para poder SER se debe RECONOCER y cuando llegue el momento, saber HACER.
Una gran
semana para tod@s